Columna de Opinión.
Emaus; de la muerte a la vida
Por
Carlos Ernesto Sánchez
El Abate Pierre, ante la muerte de un hombre en la calle y el abandono,
grito con fuerzas que ese funeral, era el funeral de la vergüenza. Este
sacerdote que llego a ser Diputado en
Francia, abierto a la acción del
espíritu y consecuente con su fe y
aplicando la sentencia de ver, juzgar y
actuar, no quedo en la denuncia de las injusticias y formo la
organización, cuya misión impuesta por el amor, se dedica a consolar, promover,
por medio del trabajo a todo hombre o mujer que requiera apoyo.
En Chile un grupo de jóvenes reunidos en los suburbios de Santiago,
encabezados por José Aravena, dieron luz a comunidades de vida. Creativos a ejemplo del Abate Pierre,
se dedicaron a recuperar materiales en
desuso y abrir las puertas de sus traperías a quien golpeara a sus comunidades.
Hoy están presentes en Santiago, San Bernardo, Talca, con sus camiones
recolectando lo que se desechan. Apoyan y promueven
a drogadictos, alcohólicos, pobres
sufrientes, seres sin esperanzas. Hoy viven comunidades trabajando en la recuperación de lo que otros
desechan. Viven bien, dignamente,
atentos a los signos de los tiempos. No solo recuperan bienes materiales
sino hombres y mujeres, que por diversas razones terminan en la pobreza
abandono, en calles de la cuidad.
Son los descartados de la sociedad, como ha dicho el Papa Francisco. No
son Congregación religiosa, pero sin
duda hacen vida las palabras de Jesús, el resucitado “Lo que hacéis a uno de
estos a mi me lo hacéis” el Papa ha
dicho reiteradamente “ “La Paz es
obra de Justicia” y este grupo de hombres encabezados por Pepe Aravena, Manuel Gavilán
y otros trabajan y son promotores de
Justicia.
Todos podemos y debemos – así lo urge nuestro compromiso cristiano-
apoyar de todas las formas posibles. Las Traperías son lugares donde a precio módico se encuentra de todo,
recuperado por hombres y mujeres que con su trabajo son seres dignos, plenos
queridos y acogido con verdadero respeto y amor.
Los conozco. En momentos de cesan tía en Temuco, Región de la Araucanía,
cuando había perdido todo, hasta la dignidad de mi mismo, abrieron sus puertas
y no falto un plato de comida, cama, duchas y la alegría de la comunidad.
Recuerdo con cariño y agradecimiento a Alfonso Merillan, quien junto a
otros respeto mis tiempos de dolor y
soledad. Esos fueron días maravillosos que jamás han salido de mi vida.
Con los años nos hemos encontrado con los Traperos en otros escenarios,
defendiendo la vida, libertad, compromiso con los pobres y siempre vuelvo a
recordarlos porque no con palabras, sino con hechos, aprendí a ser hermano de todos, especialmente los
sufrientes y marginados, envilecidos por esta sociedad de consumo, donde la
entrega de uno mismo no es entendida por esta sociedad amante del dinero y
poder sobre otros, especialmente los más pobres.
Escribo sobre los Traperos de Emaus, porque en esta hora de dolor
tenemos la obligación de apoyarnos en la construcción de un mundo mas humano.
No bote aquello que en buen estado es recuperable, puede cambiar vidas.
Siempre hay un miembro de la comunidad dispuesto a ir donde usted los
llame para retirar sus donaciones.
Jesús expresaba “No hay amor más grande que aquel que da la vida por
sus hermanos.”
Y el mandamiento primero y más importante es” amaos unos a otros como
yo los he amado” Sin duda una vara muy alta. No es amor a ídolos o iglesias y
practicas piadosas. No es ser padre de nadie, sino hermano de todos a ejemplo
del obrero de Nazareth.
La medida del amor es la justicia, la cual nos debe comprometer con la realidad de nuestros hermanos,
teniendo voz y presencia, a ejemplo del Abate Pierre en la política, la predica
y el testimonio de vida.
Las comunidades de Emaus, son
hombres y mujeres, que luchan día a día, por Reino de Dios y su justicia. No
importa sino proclaman con los labios el nombre del resucitado, pero sus
corazones y acciones, hacen vida la palabra del hijo de Dios.
Lea esta columna y al conocer a los Traperos de Emaus, vera que un trozo del paraíso se construye
aquí y ahora.
Mi corazón y compromiso está con ellos, donde Dios marcha junto a los
pobre y descartados de esta sociedad consumista.
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