domingo, 3 de mayo de 2009

Tengo una pena contigo, pienso en macho.

Tengo una pena contigo, pienso en macho. De Carlos Ernesto Sanchez
Por José Salomón Gebhard
Magister en Literatura
Profesor U. Alberto Hurtado


Carlos Ernesto Sánchez lanza nueva propuesta literaria con su libro homoerótico de poemas de contenido homosexual.

Como un alocado transeúnte, Carlos Sánchez nos introduce en el mapa callejero de su escritura, avanzando página tras página, al ritmo de una lectura que de pronto se ha convertido en un paseo turístico por este libro calle, por su sendero fechado, con días y meses que avanzan en sentido contrario. En esta ruta de doble tránsito, el trajín nocturno de calle y plaza, el ir y venir de encuentros y desencuentros, se traduce en el registro poético que instala, a ambos costados de la calle, a grafitti y a poema.

Al lado izquierdo, como una muralla interminable, el papel se extiende a lo largo de la vereda y constituye el soporte de la retórica de la calle, sostiene al grafitti urgente y preciso de la expresión urbana, un recado familiar, una declaración de amor o una invitación genital, frases escritas de un solo aliento, de un solo jadeo, una ortografía esquiva que se burla de la corrección gramatical de las Bellas Letras, frases que parodian a la literatura y a los poemas escritos en la página de enfrente.

Sea cual sea su intencionalidad, el grafitti construye la calle, arma la escenografía por donde transitarán los poemas, un espacio amplio para la escritura, a cuya vereda el propio desplazamiento del lector, su oficio de lectura, se torna discurrir poético y discurso textual. Primero fue la letra, después la muralla, la tinta y el papel.

Tras las huellas que ha dejado el devaneo poético de Carlos Sánchez, la lectura se encamina por un sendero que descifra los signos de su urbanidad alterada e insistente.

Como decíamos, a un costado el grafitti. En la otra vereda, en el lado derecho, la sucesión de poemas se configura como la manifestación pública de identidades diversas y polarizadas por las que el autor quisiera ser conformado y penetrado, un escenario donde el autor puede representar varios personajes. Hay una voz que desciende de la cruz, otra voz que huye de la tortura, y otra voz que irremediablemente se ofrece como víctima sexual a un tipo de cita que se asemeja a un sacrificio, a una ansiada crucifixión, a la tortura del deseo.

En este libro, calle o escenario, el poema se formula como un rito de expresión, como un gesto verbal, como una gestualidad lingüística altamente formalizada que alude a tres motivos relevantes: la reivindicación política, la satisfacción sexual y el anhelo místico. Bien lo sabemos, la necesidad del rito se funda sobre la base de un diagnóstico precario de la realidad, no hay unión política, unión sexual ni unión mística posible, por más que propendamos a ello. A lo más, hay una marcha callejera, un paseo nocturno y una procesión que, por supuesto, siempre va por dentro.

He aquí, entonces, la impronta de este autor, sacerdote de la calle, hacerse carne y verbo al ritmo de su paso titubeante, enredar un paso con otro, escribir versos de pie quebrado e incorporarse rápido, fingir que nadie ha notado su tropiezo. Como todo poeta, Carlos Sánchez escribe con los pies y camina con la cabeza, pues, como afirmábamos, su rito poético, su gesto métrico, constituye la parodia de un rito de comunión entre el amante y el amado, entre panfleto y literatura, entre grafitti y poema, que como dos desconocidos flirtean de una vereda a otra, de una página a otra, a la espera de que uno u otro atraviese la calle e inicie la conversación, un intercambio de palabras donde el poema se convierta en un grafitti íntimo y el grafitti en un monólogo colectivo.

Ahí entremedio, en el intersticio de la cuneta, en las ranuras del asfalto, existe el único lugar legítimo donde podemos sellar nuestro paso y nuestra letra. En ese lugar central, en ese hilo conductor equidistante de grafitti y poema, se inserta la consigna del “Ni perdón ni olvido”, punto de arranque de nuestro itinerario lector y que se proyecta hasta él “Venceremos” de la última página, al final del camino, a modo de horizonte teñido de un rojo amanecer.

Carlos Sánchez ha domesticado la política, el sexo y la fe, ha hecho de sus vicios privados virtudes públicas, ha trasladado la política al ámbito privado y ha publicitado a viva voz su espacio íntimo, su éxtasis místico-sexual. A fin de cuentas, ha devuelto a la calle al amante, al revolucionario y al sacerdote, lugar de donde nunca debieron haber salido. Pero les ha devuelto una calle particular, la calle es el templo del grafitti, el rincón oscuro para el encuentro sexual furtivo, la esquina donde conspira el revolucionario y la plaza donde se oye la prédica.

Cada una de estas figuras implementa el ritual de su propia desventura, cada una enuncia su particular liturgia, el amante declara su deseo, el revolucionario declama su ira y el cura predica lo que no practica. En cuanto al amante, el teléfono se convierte en instrumento que vocifera su deseo, pues ¿dónde detenerse en la pesquisa callejera, si no es en una cabina telefónica o en el chat de un cybercafé? No importa, tanto el susurro amoroso, como el rumor social y la oración contrita, forman parte de un mismo grafitti, de una misma muralla. Son el oleaje sordo que oímos al caminar por la calle, al avanzar por estas páginas. Como lo sugiere el título macho del libro, tener, penar y pensar se arrullan en torno a la figura del Otro, ya sea dios, el amado o la utopía social.

El texto de Carlos Sánchez registra la aventura callejera como un libro de horas, como un devocionario político o un misal para peatones. Desde el panfleto o el grafitti, nos convoca y nos interpela: a la calle los lectores, no se hagan los mirones.

Sólo resta la pregunta final: ¿de qué modo salir a la calle, sin importar si se va a misa, a hacer la revolución o a buscar sexo ocasional? Tal vez la respuesta resuene en las palabras de Severo Sarduy, para ir a la revolución hay que ir bien vestida.


Ficha Técnica

Libro : Tengo una pena contigo, pienso en macho

Autor : Carlos Ernesto Sanchez

Editorial Cuarto Propio,

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