Columna de Opinión
“Hablo por Ellas y Ellos”
Por
Carlos Ernesto Sánchez.
Dentro de las muchas víctimas de este
sistema capitalista y agravado por la pandemia que azota al mundo. Sin duda
grito de la naturaleza, “de la casa común” como la ha denominado el pontífice
romano, se encuentran los pobres que sobreviven marginalmente de su cuerpo,
tanto hombres como mujeres, prostitutas, travestis, homosexuales, marginales que hacen de las calles sus
territorios de comercio sexual.
Los espacios públicos con sus vericuetos
oscuros, bajo puentes, entradas de metro, tras un árbol o sobre el pasto al
amparo de la oscuridad o en la esquina que capta clientes ejercen el viejo
oficio de la prostitución.
Hoy no es novedad ver por las noches a
muchos travesti extranjeros semi desnudo, con su provocadora estética marginal
y el perfume de piezas hacinadas bañadas en vanix fuerte disfrazando la
pobreza.
El toque de queda y el sacrosanto virus,
que confina todos a su casa no permite el florecimiento de la actividad, ni que
los poderosos autos se detengan para subirlos y conducirlos donde el sexo
pagado y peligroso sea el grito de la noche solitaria.
Las mujeres muchas de ellas entradas en
edad y con años de actividad en el cuerpo, han sido desplazadas por estas
mujeres- hombres que pululan en las noches.
Hoy el panorama es difícil; no hay
clientes o si lo hay pagan lo mínimo, que alcanza para la bebida y completo, y
si se puede el cigarro espanta frió.
Bajo que rotulo debería darse un bono a estos
seres, los descartados, personas que para la sociedad no existen. Solo circulan
de noche, durante el dia duermen y esconden el rostro con las huellas del eterno carrete marginal.
Los o las pocas que se arriesgan a salir
a la calle, aun con prohibición, muchas veces deben pagar la osadía, con
entrega de sus pocas monedas o dar sexo oral regalado a la patrulla que hace
una raya en la noche osada de toque de queda.
Alguien podría argumentar que la
realidad que arrastran es por su vicio o porque lo quieren; No ellos también
son víctimas de la pobreza, marginalidad, como miles de pobres que refugiados
en puertas de bancos y edificios viven la cruenta realidad de una sociedad que
los ha dejado a la vera del camino.
Algunos salieron muy jóvenes a recorrer
las calles para comer; Sin educación, oficio, sin respaldo de casa ni familia,
lo concreto era la entrega de su cuerpo joven a cambio de dinero y con esas
escuálidas monedas vivir la fiesta de la vida marginal.
De esta realidad al mundo de la droga y delincuencia, hay menos de un paso, mas cuando
la vejez asoma y los clientes buscan y quieren cuerpos frescos para el
sacrificio.
Es urgente que haya oficinas municipales
para la diversidad o marginalidad, sin parafernalia, donde se apoye en salud,
vivienda, trabajo a quien quiera y comprenda que saliendo del mundo
carnavalesco de la noche, tendrá una vejez y muerte digna.
Entre los pobres de los pobres, estos
míseros, son los más pobres. La pandemia debe dejarnos una enseñanza, dolorosa por los muertos, debe ser esperanzadora en
cuanto al nacimiento de una nueva
sociedad, más humana, fraterna, respetuosa del otro, capaz de mirar y ver al
que está al lado.
Hoy es el momento de frenar a este Chile
desbocado, donde inculcan que el tener es la base de la sociedad. Es el momento
de mirar y oler nuestras heridas; Destaparlas, exhibirlas y que el horror nos haga levantar la voz,
repudiando la sociedad que estamos viviendo.
Hablo por ellas y ellos, como decía
Lemebel, son mis primas, hermanas, amigas, compañeros, los sufrientes que en
esta hora de dolor, viven más intensamente su pobreza.
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