viernes, 1 de mayo de 2020

Columna de Opinión
“Hablo por Ellas y Ellos”
Por
Carlos Ernesto Sánchez.
Dentro de las muchas víctimas de este sistema capitalista y agravado por la pandemia que azota al mundo. Sin duda grito de la naturaleza, “de la casa común” como la ha denominado el pontífice romano, se encuentran los pobres que sobreviven marginalmente de su cuerpo, tanto hombres como mujeres, prostitutas, travestis, homosexuales,  marginales que hacen de las calles sus territorios de comercio sexual.
Los espacios públicos con sus vericuetos oscuros, bajo puentes, entradas de metro, tras un árbol o sobre el pasto al amparo de la oscuridad o en la esquina que capta clientes ejercen el viejo oficio de la prostitución.
Hoy no es novedad ver por las noches a muchos travesti extranjeros semi desnudo, con su provocadora estética marginal y el perfume de piezas hacinadas bañadas en vanix fuerte disfrazando la pobreza.
El toque de queda y el sacrosanto virus, que confina todos a su casa no permite el florecimiento de la actividad, ni que los poderosos autos se detengan para subirlos y conducirlos donde el sexo pagado y peligroso sea el grito de la noche solitaria.
Las mujeres muchas de ellas entradas en edad y con años de actividad en el cuerpo, han sido desplazadas por estas mujeres- hombres que pululan en las noches.
Hoy el panorama es difícil; no hay clientes o si lo hay pagan lo mínimo, que alcanza para la bebida y completo, y si se puede el cigarro espanta frió.
Bajo que rotulo debería darse un bono a estos seres, los descartados, personas que para la sociedad no existen. Solo circulan de noche, durante el dia duermen y esconden el rostro con las huellas  del eterno carrete marginal.
Los o las pocas que se arriesgan a salir a la calle, aun con prohibición, muchas veces deben pagar la osadía, con entrega de sus pocas monedas o dar sexo oral regalado a la patrulla que hace una raya en la noche osada de toque de queda.
Alguien podría argumentar que la realidad que arrastran es por su vicio o porque lo quieren; No ellos también son víctimas de la pobreza, marginalidad, como miles de pobres que refugiados en puertas de bancos y edificios viven la cruenta realidad de una sociedad que los ha dejado a la vera del camino.
Algunos salieron muy jóvenes a recorrer las calles para comer; Sin educación, oficio, sin respaldo de casa ni familia, lo concreto era la entrega de su cuerpo joven a cambio de dinero y con esas escuálidas monedas vivir la fiesta de la vida marginal.
De esta realidad al mundo de la droga y  delincuencia, hay menos de un paso, mas cuando la vejez asoma y los clientes buscan y quieren cuerpos frescos para el sacrificio.
Es urgente que haya oficinas municipales para la diversidad o marginalidad, sin parafernalia, donde se apoye en salud, vivienda, trabajo a quien quiera y comprenda que saliendo del mundo carnavalesco de la noche, tendrá una vejez y muerte digna.
Entre los pobres de los pobres, estos míseros, son los más pobres. La pandemia debe dejarnos una enseñanza,  dolorosa  por los muertos, debe ser esperanzadora en cuanto al nacimiento de  una nueva sociedad, más humana, fraterna, respetuosa del otro, capaz de mirar y ver al que está al lado.
Hoy es el momento de frenar a este Chile desbocado, donde inculcan que el tener es la base de la sociedad. Es el momento de mirar y oler nuestras heridas; Destaparlas, exhibirlas  y que el horror nos haga levantar la voz, repudiando la sociedad que estamos viviendo.

Hablo por ellas y ellos, como decía Lemebel, son mis primas, hermanas, amigas, compañeros, los sufrientes que en esta hora de dolor, viven más intensamente su pobreza.

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