domingo, 24 de mayo de 2020

Esta es la Hora de lo que Viviremos Mañana

Columna de Opinión
“Esta es la Hora de lo que viviremos mañana”
Por
Carlos Ernesto Sánchez.
Sin duda la pandemia nos golpea fuerte. La desobediencia vivida por muchos sectores de la ciudadanía – en semana santa, 21 de mayo  y otras fechas- de  salir a la calle, no respetar los protocolos, hoy  pasa la cuenta. Estamos al borde de la crisis. En esta cruda realidad donde la organización presencial debe estar ausente, para evitar el contagio, donde la pobreza golpea puertas y el miedo a la enfermedad y el que hare mañana, porque el futuro se ve difícil, es  bueno volver la mirada a otros tiempos  que por muchos años nos trajo la pandemia de la dictadura; Censura, represión, hambre, muerte, desapariciones. Hechos que por años vivimos y padecimos. Fueron años difíciles que logramos derrotar. En primera línea siempre estuvo la Iglesia católica y otros credos religiosos, que poniendo en riesgo su propia integridad no abandonaron a los pobres y marginados.
Hoy nuevamente la iglesia asume un papel protagónico de servicio, a diferencia de ayer hoy la inmovilidad es necesaria para no seguir transmitiendo el virus.
La iglesia ha puesto al servicio de la autoridad sanitaria – no una- sino muchas casas  como lugares de aislamiento y cobijo, para personas contagiadas, o en situación de calle. De sus recintos han salido cientos de cajas de alimento o elementos sanitarios para apoyar, sin hacer distinción de ninguna especie.
En muchos conventos las religiosas, junto a su labor más propia como es la oración, han destinado tiempo a confeccionar mascarillas o han abierto  puertas de sus comunidades para albergar a quien lo necesite.
Hoy la Iglesia, no cuenta con el diezmo o recurso que ingresa por otros servicios que facilita a la comunidad; han asumido lo decretado por la autoridad y toda ceremonia se realiza vía internet – redes sociales. Sin duda no se está dando desde llamada riqueza de la institución, sino de un compartir verdadero y fraterno.
Este ha sido un tiempo de volver a reencontrarse con los creyentes y hombres de buena voluntad, después de un periodo que remeció la sociedad ante los escándalos de algunos sectores del clero.
El pontífice romano, sin la parafernalia de un Juan Pablo II ha llevado la iglesia a reencontrarse con sus raíces, con el mensaje de Jesús. De una iglesia triunfalista nos lleva hacia una iglesia servidora, de la riqueza y el boato pasamos a la austeridad. De una teología europeizante a la mirada desde los pueblos oprimidos y sufrientes, desde la censura a la liberación.
Hoy son tiempos de gracia para los creyentes. Una puerta  se abre para hombres y mujeres que deseen gastar su vida en el servicio a los más pobres y necesitados.
Esta pandemia con todo el dolor que trae, es también un tiempo de gracia, porque nos da la oportunidad de volvernos a mirar a la cara, de entender que solo, no salimos de esta pandemia, sino solidariamente, de replantearnos los seudo valores que el modelo nos impone.
No por cálculo político, ni crecimiento en la encuesta esta es la hora de la unidad. En nuestras poblaciones hay hambre, soledad, vivir escondidos de las balas de los narcotraficantes, de construcciones míseras, donde se vive en total hacinamiento.
No sé si se ha hecho bien o mal, el trabajo frente a la pandemia, lo que si quedad claro que la miseria ha develado su cortinaje, mostrando las verdaderas condiciones que viven grandes mayorías.
 Esta no solo es la hora de entregar bolsa de mercaderías o bonos, es la hora de inyectar valores a una sociedad que está enferma no solo de corona virus. Es la hora del ejercicio de la solidaridad, de la palabra y el gesto amigable, de hacer del servicio público un apostolado.
Así como la Iglesia, se hace presente en estos momentos de dolor, las municipalidades aun más, deben gastar horas y recursos en acompañar a los vecinos, promover el fortalecimiento de las unidades vecinales y de las organizaciones de base.
En esta hora  todos tenemos un protagonismo en esta pandemia, hasta para ser protectores de gatos y perros comunitarios, seres silentes a los que no hay que dejar en el abandono.

Esta es la hora de lo que viviremos mañana.

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